Ayestarán

calle Ayestarán
Foto: Dazra Novak

“Esta es una zona muy tranquila”, me dice la señora luego de haber contestado mi pregunta sobre la fábrica de embutidos y seguir hablando a lo cubano, sin parar, “imagínate que yo me mudé para Playa y después, volví a permutar para acá”. Por suerte entra en su edificio, apenas a unos metros de la esquina donde Ayestarán se cruza con 20 de mayo, dejándome a solas con este extraño lugar. ¿Qué rutas pasarán? ¿Circularán los almendrones? ¿Será caminable de día y de noche? Caigo en cuenta de que está toda arbolada y la sombra acompaña al caminante casi siempre, casi. La gente me mira curiosa: el viejo que está sentado en el parque, la dependienta de aquel bar donde hay pintado un dragón -¿también me mirará el dragón?-, el señor que cruza frente a la sede de Argos Teatro, y el chofer que viene desde la Plaza de la Revolución y suena el claxon para decirme… ¿cómo? Un poquito más allá comienza el Cerro, dicen, y uno borra automáticamente el “un poquito más allá” e interioriza solo ¡Cerro! El que tiene, entre otras cosas menos felices, la famosa llave. Pero al final sí parece que es tranquilo, aunque tenga al Latino un poquito más adelante. No obstante, Ayestarán no se parece a ninguna otra calle, no posee la locura de Monte ni la soltura de 23; le falta el insomnio de la calle G y la autonomía de Carlos III; nunca podría compararse con los ofrecimientos de Obispo y Mercaderes o lo histórico de Prado; ni siquiera podría soñar con igualar la pulcritud de Línea o pretender ser algo parecido a la misteriosa Reina; sus portales nunca serán corridos y concurridos como los de Infanta y, a pesar de ser movidita, si hablamos de ánimos, le gana San Lázaro; por suerte, a ella tampoco le hace falta la maraña de Neptuno. Ayestarán va a lo suyo: o te montas o te quedas, izquierda o derecha. La gente parece saber a dónde va, y no solo a qué horas es preciso llegar sino cuál es el camino más corto. Vía concentrada, metida en sus asuntos –y que a pesar de correr cercana a Boyeros, no siente celos de la velocidad de esta última-, calle/atajo para recorrer, donde solo nuestra especial atención develará lo que esconde.