Onelio Jorge Cardoso, «Un brindis por el Zonzo»

Onelio Jorge Cardoso, Cuentos[…] ¿Usted no sabe que ahí donde Fileno puso su bodega, que es orgullo de cuanto mentecato hay en este pueblo, estaba antes una casita de madera con mucho jardín delante y que esa casita, ese jardín y esa mujercita que estaba dentro con los muchachos, eran del Zonzo? ¿No lo sabía? ¡Qué va usted a saberlo, si usted vino después! Pues óigame, esos cuantos metros de terreno donde estaba la casita y el jardín le correspondieron al Zonzo por herencia de no sé quién suyo. Luego, andando el tiempo, el Zonzo se enamoró, pero antes de casarse como todo hombre de ley, pensó primero en darle techo a la futura. Solo que para un hombre viviendo de sus pescaditos hacer una casa era como aspirar a doctor médico. ¿Se da cuenta? Bueno, pues la hizo. Entonces no bebía, entonces descubrió que cuando el lanchón bota allá afuera la basura de La Habana suelen quedar flotando muchas cosas en el agua y entre ellas buenas maderas. En su “cachucha” se iba después de haberse pasado la noche pescando; a recoger madera se iba. ¿Usted haría eso, doctor? Y algo más que voy a decir aquí enseguida porque estas cosas aunque parezcan asuntos de niños son cosas de hombre. Sepa que en la basura vienen milagritos para los pobres, hasta manzanas vienen, medio buenas, medio malas y hasta buenas del todo. Eso por diciembre, cuando se acaba la noche del veinticuatro. Pues las pescaba el Zonzo, doctor, las pescaba de la basura rica flotando en el mar. Y naranjas también y hasta queso. Y una vez –esto es lo que yo digo que parece cosa de niño y es de hombre- una vez pescó una muñeca rota que se puso luego a remendar y la dejó nueva con dos botones de vidrio que le cosió en los lugares donde lleva los ojos. ¿Usted conoce la niñita tullida, la mayorcita de Román? Pues así como usted baja para la playa se la encuentra siempre en la puerta mirando al mar. Le hablo de las tres, la que no crece. Vaya a conocerla, que le enseñen la muñeca y que le cuenten ellos de las manzanas y las naranjas que les pescó el Zonzo sin decirle nunca de dónde venían. Un hombre así, por lo menos no merece que lo entierren sin flor. […]

(Fragmento de cuento)

Onelio Jorge Cardoso (Las Villas, 1914-). En 1936 gana el primer premio de cuento del concurso de la Revista Social. Entre otros trabajos fue maestro rural, vendedor ambulante, viajante de medicina, redactor del Noticiero Radial Mil Diez. En 1945 obtuvo el premio nacional de cuentos “Hernández Catá” por Los carboneros. Como cuentista y periodista colaboró en la revistas Carteles, Unión, La Gaceta de Cuba, Casa de las Américas. Sus cuentos han sido representados en teatro y traducidos al inglés, francés, alemán, entre otros. Onelio es nuestro cuentero mayor.

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