Christian querido, nunca imaginé que aquel día en que me escuchabas hablar en el Centro Hispanomericano de Cultura se te ocurriera algo semejante. Jamás pensé que mi cantaleta de no tener ejemplares de mis propios libros (ni siquiera uno) terminaría en esto. Yo, que pensaba que ya aburría con lo mismo de siempre. Tú, calladito, pergeñando esto tan grande. Días y días confabulado con la gente a nuestro alrededor para hacerte de alguno de mis manuscritos. Semanas y semanas haciendo la pulpa de papel mezclado con arroz y agua de lluvia colocando la masa en el bastidor esperando con tu paciencia infinita a que se secara… otra vez. Saber que cada hoja de papel pasó por tus manos y fue planchada-acariciada cientos de veces me deja sin aliento. ¿Cómo es posible esto? ¿Cómo eres posible tú? Aquella noche en que nos conocimos en la última exposición del Corredor Cultural, cuando me dijiste que me leías con admiración y par de días después te di mi opinión sobre uno de tus textos, supe que te sobraba energía. Algo normal, tomando en cuenta tu edad. Algo que comprobé cuando visité la Facultad de Comunicación y te vi haciendo mil tareas, quizá demasiadas tomando en cuenta que las horas del día son solo 24, a la par de las que son obligatorias como estudiante de comunicación social. Tan deseoso tú, no solo de aprender, sino de hacer las cosas bien. Pero una cosa es emplear correctamente esa sobrecarga propia de la juventud y otra bien distinta es mezclarla con altas dosis de sensibilidad. Eso, mi querido Christian, lleva una importante inversión de voluntad para no dejarse abatir por las carencias diarias. Tu insistencia en ese sentido se volteó sobre los otros y por eso anoche me abordaban diciendo: ¿y qué? ¿te gustó? Mira que ese niño lleva rato en esto, nos tiene locos a todos, ¡y no se cansa! Todos sabían de esto. Todos. Los profesores, los amigos más cercanos, la jefa del proyecto Ciclo Ecopapel. Todos mirándote asombrados mientras tú aprendías InDesign para poder montar el libro y hacías pruebas de impresión y volvías a acariciar cada hoja y te confabulabas con Beatriz Verde Limón para diseñar la portada, para recordarme los diez años de aquel nacimiento feliz (y doloroso, por las historias que guarda), de mi libro Cuerpo Público. Creo que abrazarte no fue suficiente. Creo que mostrárselo a todo el que llegaba a la fiesta no fue suficiente. Creo que lo que haga o diga no será suficiente para agradecer semejante muestra de amor: mi libro convertido en el objeto más preciado, con una historia hermosísima sumada a sus historias. Tus palabras en la dedicatoria “porque las cosas más valiosas son del corazón y de las manos” no son solo palabras, aquí está este ejemplar para demostrarlo. «El» ejemplar que ya me acompañará siempre. Muchacho Christian, mi corazón te abraza… para toda la vida. Gracias.
Habana por dentro 
Ahora mismo estoy sin palabras, de verdad por más que las busco no las encuentro para intentar agradecer esa dedicatoria. Ese libro es una forma de reconocer su trabajo y lo excelente ser humano que es. Mi admiración no tiene límites. Espero que todo mi cariño y admiración queden plasmados en cada hoja de ese libro. Y ese será El Camino, la amistad,nunca lo dude.