Terminal La Coubre

terminal la coubre
Foto: Dazra Novak

Hay algo de bárbaro en toda terminal de pasajeros, en tanta gente desconocida yendo y viniendo. También hay mucho de normal en las suciedades de los pisos, si se toma en cuenta el tráfico de maletas, las suelas sucias de los zapatos, el brillador que apenas si repasa el suelo arrastrando papeles, bolsitas de nylon y cabos de cigarro. Sin comentarios, ante esa emanación purulenta de los baños. La gente bosteza cuando se levantan los primeros rayos de sol y parten en dos las ventanas. Los asientos están concebidos para no dormirse y, sin embargo, los maletines siguen apiñados bajo los cuerpos apiñados sobre los maletines. Tanta coherencia como hay entre el rostro del viajero y esta terminal desteñida y sucia, entre el pasaje inseguro y esta larga y extenuante lista de espera frente a un dependiente que escribe a mano el nombre de un carnet de identidad. Se oyen desde aquí a los taxistas ofreciendo tarifas impagables para todas las provincias del país. El dependiente cierra ante mí la ventanilla cual golpe de guillotina y no me di cuenta por qué, a lo mejor es que ha llegado alguna guagua y van a “cantar” los números para los correspondientes fallos y aprovecha la gente entonces para intentar colarse y me pego a la ventanilla pensándolo firmemente, no señor, por aquí no pasarán, pero no puede ser pausa de almuerzo porque todavía no es la hora de almuerzo cuando oigo el sonido inconfundible, atormentador y siempre inoportuno, de la fumigación.

terminal la coubre
Foto: Dazra Novak