Necrópolis de Colón

cementerio de Colón
Foto: Beatriz Verde Limón
cementerio Colón
Foto: Beatriz Verde Limón

Justo en la puerta, antes de entrar, dejo caer una moneda. Pago el derecho porque estoy entrando a la ciudad de los muertos donde reinan Oyá y el mármol de Carrara. No sé si estoy blanda ante las creencias o ante el sabor dudoso del más allá, pero me tiemblan las piernas. Una vez que camino bajo la tumba de la entrada el silencio se me hace otro, puede que sea el silencio propio de la muerte o de mi turbación por los muertos que descansan en esas tumbas obscuras. Me paseo entre los ángeles con rostros acomodados en la angustia, seres andróginos y alados con ropajes breves anunciando piedades y misericordias. ¡Pero qué extraña paz le da la muerte a todo lo que alguna vez estuvo vivo! Cuando se viaja por la ciudad de los muertos no está uno muy seguro de quién se pasea por esas calles, si en verdad están vivos o estamos viendo fantasmas. Me da por pensar que bien puedo ser ahora un eco de mi vida pasada, y quizá aquel que me mira justamente lo hace porque no soy más que un espectro. Esta ciudad no deja de asombrarme con sus antojos de arquitectura como lápidas superpuestas al pasar de los siglos. Jeanette Ryder reposa a cielo abierto con un perro fiel a sus pies mientras yo recojo en mi dedo el polvo que duerme en los huequitos del doble tres esculpido en mármol, justamente la ficha que apretaba en su mano Juana Martín de Martín al momento de la fatal partida de dominó, y me estremece el hecho de pensar que la vida pueda ser, después de todo, simplemente un juego. Veo pirámides y la tumba de Casimiro, el muerto enterrado de pie porque en vida tuvo siempre la suerte de los gatos, la suerte que quizás nunca me toque. Subo por la calle 1 hasta dar con la calle F, la tumba de Amelia Goyre es una celebración de las flores, suena el violín-es 29 de enero-Ave María-la gente llora y reza-pide y llora. Levanto la pesada argolla y doy un toque para despertarla, para pedirle, con una fe de la que no me creía capaz, ese milagro que necesitamos todos. Me retiro despacio, caminando hacia atrás, a la Milagrosa nunca se le da la espalda.