Decir en movimiento

letrero de automóvil
Foto: Dazra Novak

La Habana está llena de letreros. Más viejos o más nuevos. Políticos, sociales, mensajes de amor encerrados en una corazón de tiza, rayado sobre el muro, estampado ahí por los siglos de los siglos. Grandes letreros que algún día tuvieron luz en las noches cuelgan en las avenidas más concurridas y más viejas. Pequeñas lucecitas modernas anuncian por doquier nuevos bares, nuevos restaurantes, nuevas cafeterías, como si la ciudad quisiera ser joven otra vez y por eso grita su intento coloreado y flasheador. Letreros optimistas, adolescentes, borrachos. Rubros hechos al socaire de la noche o a plena luz del día, en las mismísimas narices del policía. En cualquier caso, mensajes breves de una ciudad marcada por estos habitantes que siempre tendrán algo que decir, para bien o para mal. Cientos de autos que recorren sus arterias gritando cada uno su filosofía: rótulos apasionados, divertidos, fajadores, decididos, tajantes, con faltas de ortografía, y a veces, hasta ofensivos. En cada caso, la voz de uno que te lo dice mientras se va yendo.

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