Forever Bycicle

bicicleta años 90A veces, cuando miro hacia atrás en el recuerdo, veo bicicletas. Cierro los ojos y una avenida se abre ante mí, ancha, con asfalto dudoso, con una senda señalizada por donde circulan cientos y cientos de bicicletas. De mujer, de hombre, bicicletas 20, 26, 28: forever bycicle. A mi pensamiento también acuden aditamentos hechos a mano –atornillados al caballo, al timón, a la parrilla- para llevar a los niños más pequeños, siempre con ese cuidado de no estropear sus piernitas entre los rayos de la rueda. Un peso cuesta el aire de las cámaras, algunos pesos el ponche, un cartel de parqueo en cada tienda, en cada secundaria, en cada centro laboral. Una cadena, un candado para que no se la roben. Oigo timbres que reconozco, seña de que mi madre ha traído el pan de la bodega y mi padre llega del trabajo, hambriento, flaco y cubierto de sudor, oigo el ruido del dinamo porque de noche hay que andar alumbrados y entre los ecos del barrio alguien se queja de que le robaron otra vez esas lunetas, que tanto le costaron, en el parqueo de la escuela. Hay una guagua grande y sin asientos que al salir del túnel de la bahía vomita bicicletas otorgadas por el centro de trabajo, chinas todas, volteando las caras para admirar el avance lerdo pero cómodo de alguna “todo terreno” que pasa de largo sin mirarlas: ventaja de las velocidades. Hay un hombre que empuja a otro para quitársela y este, a su vez, le agarra por el cuello, parece que no se dejará. Veo un policía que pide la propiedad en una esquina mientras unos adolescentes cogen rufa, enganchados a toda velocidad, remolcados por una guagua llena de gente colgando de puertas y ventanillas. Qué remedio. Siento el bache que percute en mi coxis y se riega por toda la espina hasta la cervical. Me duele la rodilla. Abro los ojos de golpe y ahí está como renovado, otra vez, Dios mío, no se me quita este cansancio enorme.

Una respuesta a «»

Deja un comentario